UN DOMINGO CUALQUIERA

"Me desperté temprano aquella mañana de primavera. La luz que se filtraba por la persiana penetraba directamente hacia mis ojos y recordé la noche anterior.

Salí de la cama, bajé la persiana y me volví a dormir. Pero no podía más, las ganas innegables de ir al baño podían conmigo; el mismo baño que la noche anterior se hizo tan amigo del devenir de líquidos tibios, ebrios algunas veces, acompañados de tropezones otras.

Bajé la escalera descalzo y el frío suelo me mostraba con toda su fuerza que estaba despierto, otro día más... Y que debía pasar la mopa.

Abrí el frigorífico, una pequeña luz tililante se dejaba intentar notar en una esquina luchando contra el poderoso sol que se colaba prominente por la puerta del patio.

Soledad, triste soledad, que alcanza su mayor exponente en el interior de esta nevera. Nada para desayunar, otro día mas. Una solitaria cerveza sería mi sustento para todo el día. Domingo bendito, domingo de descanso.

Me senté, seguí descalzo, sin camiseta y sólo con los boxer; a pesar de la cálida luz del astro rey, hacía frío y mis pezones daban buena cuenta de ello. Di un largo trago de aquella rubia, y otro, y otro... me arrasqué la ingle, no por picor sino por inercia, maldita inercia que me había llevado a cometer el mismo error una y otra vez.

De repente recordé ¡¡Coño el partido!! Salí disparado poseso de mi.

La cerveza se quedó caliente."

Esto es lo que ocurre cuando te pasas un día entero en un curso de poesía que regala un crédito de libre configuración, que la mente se te va... y mucho. Y vosotros os preguntaréis ¿qué tiene esto que ver con la poesía? Pues nada pero como no tengo sueño lo escribo ahora... bueno ya sí.

NOTA INFORMATIVA. Este texto es inventado, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia incluyendo la del frigorífico vacío. El autor no se hace responsable de las similitudes escritas con cualquier domingo en el  que te hayas levantado de resaca y te hayas bebido una cerveza para que se te pasara. Muchas gracias.