martes, 11 de enero de 2022

DE LA CUESTA DE ENERO... O NO

Es curioso pero creo que al mes de enero se le escribe poco, o al menos, yo no he leído mucho al respecto. Es más, creo que se le tiene un poco denostado y apartado; como si todo lo que sonara a este mes fuese chungo. 

Que si ya se acaban las fiestas, las comidas de empresa y demás eventos sociales como excusas para cogernos un bolillón importante, que si la cuesta de enero, que si fuera los adornos, que si vuelve el frío más polar que nunca... vamos, que a enero no lo quiere nadie, o muy poquitos.

Personalmente, con el paso del tiempo, es un mes al que le estoy cogiendo bastante cariño; y es que el hecho de que se acaben las fiestas para alguien que trabaja en la hostelería sí que es motivo de fiesta. 

Y lo de los adornos, eso sí que es tema y a parte. Desde que encendieron las luces del centro allá a finales de noviembre, he procurado moverme por esa zona sólo bajo estricta fuerza mayor, porque no hay necesidad de aglomerarse en estos tiempos y mucho menos bajo un manto de luces horteras. Que Sevilla está más bonita con la cara lavada, sin florituras.

Que sí, que enero se hace duro económicamente hablando, pero es que os gusta mucho una copita y salir por ahí a gastar y claro, pasa lo que pasa, que en enero la cartera está más vacía que el campo del Getafe un domingo cualquiera.

Por otra parte, vuelven los ensayos, cae la noche y podemos escuchar por diferentes puntos de la ciudad bandas que perfilan sus repertorios preparando lo que más temprano que tarde llegará, o al menos eso queremos todos, que con las crisis mundiales nunca se sabe.

Enero también se ha convertido en un mes muy importante dentro del Carnaval. Y es que a pesar de que el Carnaval propiamente dicho sea en febrero, el COAC da comienzo en enero, y para los que yo, que somos amantes de las preliminares, enero es nuestro mes favorito de concurso.

En realidad enero mola y mucho,  y no me vengáis con que hace mucho frío que lleváis pidiendo mantitas y pijamas desde julio, así que ahora a disfrutarlas...¡VIVA ENERO!

miércoles, 10 de marzo de 2021

LA PRETEMPORADA INFINITA

El fútbol; ese maravilloso deporte que gusta tanto verlo como practicarlo. Que une a ricos y pobres, a los de un lado político y a los de otro, a los canijos y a los "gorditos", a los solteros y a los casados...

Y es que, cuando nos adentramos en las profundidades del fútbol amateur y más aún en el de las pachangas; el fútbol se convierte en una vía de escape, nuestro refugio, el paracetamol recetado por el médico de cabecera que hay que tomar al menos, una vez a la semana.

Porque nos encanta el fútbol, y escaparnos de los quehaceres del día a día, nos gusta aún más. Y por qué no decirlo, creernos durante una hora que somos Xavis, Messis o Ronaldos. Aunque extrapolándolo a una época más "nuestra", sería creernos Henrys, Del Pieros, Zidanes o Djalminhas, aunque la realidad sea una cosa muy distinta.

Pero a nosotros nos da igual, vamos con la ilusión de un chiquillo al campo de fútbol con ganas de demostrar que al menos, aún somos capaces de dar dos carreras y dar pases con el interior al compañero de al lado, que aunque parezca fácil, no lo es.

Una hora de puro espectáculo para el que lo vive desde dentro, pero una hora de vergüenza ajena para el que lo ve desde fuera, que por lo general, no suele ser nadie... menos mal.

Y esto, y me remito a mi primera frase, es maravilloso; una amalgama de tíos bien entrados en la treintena que durante ese ratito se sienten como cuando tenían once años pero con el físico de señores de sesenta y tantos.

Porque esa es otra. El físico. Que da para lo que da, ni más


ni menos. Como no haya cambios, llegando al minuto 50, se empiezan a ver esas miradas de soslayo al que te pasa como un avión y ni se intenta alcanzarlo, o los brazos tirando de la camiseta en un escorzo por intentar apoyarte en alguna parte. Pero lo que más se suele escuchar esos días en los que en el personal está más frito que de costumbre es "¿pero este hombre cuándo va a pitar hoy?" de alguno que está a un sprint de ser ingresado en García Morato.

Y si ya de por sí el físico es cortito, en un año de pandemia en el que podemos dar gracias de "echar nuestros ratitos", es el de Van de Vart cuando llegó al Betis. Porque te abren limitaciones, juegas dos o tres semanas seguidas, vas cogiendo el "tonito" y de repente ¡PAM! Cerrojazo de nuevo durante un mes y a empezar de nuevo.

Y en esas estamos, intentando coger un tono físico que nunca llega y demostrando que a estas edades aún se puede dar espectáculo. Ya cada cuál que decida si es del bueno o del malo.

Pero como decía al principio, esto no es más que la excusa tonta para desconectar un rato, entre colegas, haciendo lo que más nos gusta y terminando como no podía ser de otra manera, en el bar. Porque al final, el resultado es lo de menos.

A ver si puede ser que unos meses la cosa ya está bien del todo y podamos vernos sin mascarillas, seguir pensando que lo podemos hacerlo en el campo mejor de lo que lo hacemos ya y cerrando bares tras el partido un lunes o un martes como si no hubiera mañana; que de eso se trata. De echar un ratito y desconectar. 

viernes, 19 de febrero de 2021

DE LAGRIMONES GORDOS

Y es que claro, llega este tiempo y a uno sólo le apetece estar en la calle y estar bebiendo cervezas y degustando garbanzos con bacalao, espinacas, pavías y/o boquerones en adobo... porque uno lo intenta, pero no es de piedra.

De lleno, ya, así como el que no quiere la cosa, metidos de pleno en Cuaresma, y por mucho que lo intentemos, hay cosas a las que uno no puede volverle la cara o intentar obviarla, porque es que no se puede, es superior.

No sé vosotros, pero yo procuro mantenerme alejado emocionalmente de todo lo que nos estamos perdiendo por culpa del Covid. Me refiero a que no lo pienso detenida y fríamente, porque si lo hiciera... bueno, ahí está el título de la entrada, me echaba a llorar.

Porque una cosa es perderse una "cena de empresa" en navidades y unas copichuelas (¿se sigue diciendo "copichuelas"? o un sabadete de estos de mediodía que acaban convirtiéndose en domingo de resaca con su caldito de puchero y hojita de hierbabuena,  y otra muy distinta perderse una Cuaresma.

Intentas abstraerte haciendo algo de deporte, enganchándote a más y más series, pero claro, te pega el sol en la cara, hueles a azahar, los incensarios empiezan a echar el humerío y la cabeza te da vueltas y más vueltas y lo único que tienes ganas de salir a la calle y disfrutar de la gente y de lo tuyo; de las visitas a las iglesias, de los cultos, de los montaditos de pringá... pero nada, que no va a poder ser, o al menos, no de la misma manera.

Porque claro, de ver procesiones en la calle, ni hablamos. Otro año que nos quedamos sin izquierdos por derecho, sin Llamador, sin cera por las calles y sin "mira, ya se ven los ciriales"... ¡Ay!

Por eso procuro pensar poco, porque si te pones a avanzar un poco en el tiempo, tampoco vamos a tener albero en los zapatos, farolillos de colores ni madrileños pronunciando las "jotas" correctamente.

Así que lo dicho, lo mejor es no pensarlo, cuidarse mucho, no aglomerarse e intentar entre todos que esto pase lo más pronto posible y volver otro año más a disfrutar lo nuestro como realmente hay que disfrutarlo, pero vamos, de lagrimón gordo.

viernes, 27 de noviembre de 2020

DE BARES Y DE LA FALTA QUE NOS HACEMOS

 El otro día leí un artículo del ABC que se titulaba "Cuestión de gustos", escrito por Rodrigo Cortés; que por cierto, es un personaje del que cada día soy más fan gracias, sobretodo, a los podcasts de "Aquí hay dragones".

En el artículo, el autor hablaba sobre lo que le gustaba y no le gustaba, y comentaba que sin ser muy habitual de los bares, eran algo que sí le gustaba que existieran, y muchos, y sentía la situación hostelera de estos momentos. 


"Por eso me gustan los bares, aunque no vaya mucho. Porque me gusta que estén. Por eso. Para que no todo sean papelerías (aunque me gusten las papelerías, que también quiero que estén). Me gusta lo que me gusta y lo que no me gusta. Como a tantos."



La verdad es que fue un artículo que me gustó bastante y me hizo pensar. Sí, eso que desde siempre se me ha dado tan malamente que diría la de la apropiación cultural. Y como no, me dio por pensar en bares.


Y es que, estoy seguro que hablo en nombre de casi todo el mundo cuando digo que en nuestros mejores recuerdos, en nuestras mejores historias, en nuestros mejores días, siempre hay un bar. 

Ya pueda ser un reencuentro, un mirada, unas risas, unas caricias, un beso... seguro que había un bar cerca de todo eso.

Puede que no supiéramos lo que teníamos o puede que sí, y lo dábamos como algo normal. Y es que, pasan tantas cosas en un bar...

Y lo que nos gusta por estas tierras un bar, ya sea para ir a comprar el pan o ya sea para ir la Hermandad, la parada en el bar es obligatoria, y hombre, si el camarero ya te trata por tu nombre, eso es nivel "PRO". Porque eso que no falte, nos gustan mucho los bares pero también somos muy "especialitos" y nos da por creernos más de lo que somos porque el camarero se sepa nuestro nombre (de lo pesado que nos habremos puesto alguna que otra noche en la que se nos fue de las manos con el vino de naranja.)

Y por supuesto, la visita al bar no se libra ni aunque hagamos algún tipo de práctica deportiva, es más, sé de muy buena tinta que el deporte es la excusa perfecta para ir a un bar. ¿Y lo bonito qué es que sea la una de la madrugada de un miércoles y estar en calzonas con una cerveza en la mano explicándole al dueño del bar que los dos "chiquininos" no pueden jugar juntos porque son los que más corren, mientras el pobre recoge las mesas? Eso no se paga con dinero. Esa felicidad de poder disfrutar de esos momentos, y ni mucho menos está pagado a ese hombre que nos aguanta todas las semanas. 

Que tampoco digo que esto sea verídico, pero que podría haberlo sido. ¿O lo fue?

O la felicidad de estar horas y horas trabajando y que el bar de al lado esté abierto, y el dueño, al verte tu carita de cansancio decida aguantar un poco más para que tú puedas disfrutar de un ratito a gusto, sin más preocupaciones que estar sentado en un taburete en la barra viendo la condensación que se forma en el vaso de caña de cerveza.

Y es que, ¡qué bonito es un bar! Y más aún, si tiene un tirador que marca que la cerveza se encuentra a -2º, entonces ya no hay Botticelli que se le compare.

Como diría Rodrigo Cortés, "me gusta que haya bares", aunque yo sí sea bastante asiduo a ellos, y no me gusta verlos cerrados. Porque ver un bar cerrado es sinónimo de tristeza, de que a alguien le va mal y de que allí ya no se podrá compartir un ratito de felicidad.

Aunque claro, también pasa que llega un día que piensas sólo en la gente de a fuera, esos que te pagan un trozo de pan congelado con jamón plastificado a precio de oro, y cuando los de fuera no pueden venir, se acabó el negocio. Aquí hay que llegar a un punto intermedio, porque no se puede pretender que te echen una mano los mismos a los que no has cuidado.

La cosa pinta regular, objetivamente y sin entrar en temas políticos, eso lo dejo para el pajarito azul, pero sí, está la cosa chunga, y no sólo en los bares, aunque aquí se venga a hablar de bares.

Sólo espero que el esfuerzo sirva para que más temprano que tarde, podamos estar como siempre, como nos gusta estar tanto a los de un lado de la barra como a los del otro, como a los que están los dos; sin mascarillas, dándonos más abrazos con cada copa que sigue apareciendo con los  "¿ya te vas? Si acabas de llegar, ¡pídete otra, hombre!" viendo las cuentas con tiza apuntadas en la barra, los camareros que se saben la carta mejor que su dnis y con un sinfín de historias que quedan por contar. Nos pueden las ganas, a todos, pero hay que aguantar.

Un poquito más... que ya mismo vamos a estar tomando "la penul".

Venga, que ya mismo estamos en Campana.







domingo, 1 de noviembre de 2020

OLOR A CIRIO

Esta mañana, sin saber cómo ni porqué, me ha dado olor a cirio. Así, sin más. Entonces me ha dado por pensar y como no soy muy ducho por esos lares, hasta ahora no he concretado ese pensamiento.

Por estas fechas, lo que suelo escribir trata sobre la pereza que me da la Navidad; el Corte Inglés con su consumismo, el falserío del personal cuando te los cruzas por la calle, que monten las luces cuando el de las castañas todavía va en mangas cortas... no sé, lo típico.

Pero visto lo visto, lo que este año se va a volver a repetir es estar en casa, confinados como en marzo. Ojo, que si eso ayuda a que el sistema sanitario no se "acolarze" que diría Don Manué, bienvenido sea. 

Navidades atípicas las que tiene pinta de que se van a presentar este año; sin fiesta, sin garitos a reventar de gente, sin garrafón, sin chupitos matahígados, sin colas para mear...Visto así parecen todo ventajas. 

Pero bueno, veremos a ver qué pasa. De momento lo único que sé es que esta mañana me ha venido olor a cirio, y yo creo que mi subconsciente quiere decirme algo. Creo que quiere decirme que echa en la falta la primavera, los naranjos en flor, el incienso en cada esquina, ese traje del Domingo, ese niño agrandando su bola de cera, ese "ya se ven los ciriales", una corneta que indica la marcha, el silencio solamente roto por el rachear de las alpargatas, ver a Dios caminar una noche al año y a su Madre cubierta de pétalos de rosa... 

Pues sí, yo creo que mi subconsciente se refería a todo eso cuando esta mañana me dio olor a cirio. La verdad es que no sé cuándo podremos volver a disfrutar de todo ello, pero de lo que sí estoy seguro es de que si no ponemos un poquito de nuestra parte, vamos a tardar mucho más.

Así que como decía el Selu en su chirigota, "como en casa de uno no se está en ningún lado desde luego eh", id tomando nota y que pase esto lo más rápido posible.

Buenas noches. ¡Viva el Betis!

jueves, 6 de agosto de 2020

DEL DÍA QUE TRABAJÉ LLAMANDO A SEÑORITAS DE COMPAÑÍA

Corría el convulso año de 2016. Por aquella época podíamos darnos besos y abrazos como si no hubiera un mañana sin pensar si quisiera que años más tarde eso podría ser motivo de contagio de un virus chino que te manda directamente al hospital sin pasar por la casilla de salida.
En lo que se refiere a mí, me encontraba en paro, y mi cuenta bancaria tenía el mismo color que un guiri cuando pasea por la Plaza de España a las cuatro de la tarde en agosto. Vamos, que tenía menos fondos que una lata de anchoas; así que cualquier oferta que saliera, buena era.
Ya no sabía ni en dónde estaba apuntado, ni de qué eran las ofertas a las que me había inscrito así que podía esperarme cualquier cosa. Como así fue.

Estaba como otra tarde cualquiera, entregando currículums por doquier en cualquier tienda que estuviera abierta de aquel polígono, cuando de repente, sonó el móvil. Era un tío y preguntaba por mi experiencia en concertación y venta telefónica. Añadir, que había estado trabajando seis meses como comercial en Planeta donde teníamos una lista de clientes a los que llamábamos antes de ir a verlos a sus casas y como no se me dio en su momento mal, le dije que sí, que tenía experiencia. Me dijo que fuera a verle al día siguiente. Nada más y nada menos que a Sevilla Este... Ya empezaba la cosa regular.
Después de conocer al "equipo" con el que trabajaría, porque esa es otra, no había entrevista era para decirme que el puesto era mío, que necesitaba un tió para que vendiera una idea novedosa que no se le había ocurrido a nadie.

A parte del tío, estaba su novia o su mujer, o su vete tú a saber porque no me acuerdo y aparte una chavala que era fotógrafa. Y si mal no recuerdo no había nadie más.

La idea del tipo no me quedaba del todo clara, pero tenía trabajo y bueno, algo es algo.

Al día siguiente, llegué a la oficina y me contó la película, y digo lo de película porque esto, ni Ridley Scott.

El tema era el siguiente: El tío a través de la fotógrafa se iba a dedicar a hacerle books a señoritas de compañía pero además le iba a sugerir que se instalara un sistema de "seguridad" para las propias chicas, para cuando estuvieran en faena y tuviesen algún percance, "pulsar ese botón" que se conectaba con el móvil del tío y sugestionar a la persona que estuviera con la chica de que iba a venir "alguien". Todo muy rocambolesco.
Pues mi función era la de llamar las chicas, ofrecerles el book y por un suplemento el tema este de "seguridad" pero sin decir seguridad porque realmente no se trataba de una empresa de seguridad.


¿Y con un esquema o una guía o algo? Nada, el tío me dijo "ahí tienes el teléfono" y en pasión.com tienes miles de números de posibles usuarias.

Y es que era en plan, "oye mira, que si quieres un book por tanto pero por un poco más te ponemos un botón que si te pasa algo tu le das y se conecta con el dueño de aquí para que el que esté contigo se ralle y se vaya cuando te vea pulsar el botón". Muy raro todo.

Pues encima de que la idea no había por donde cogerla porque ni el tío ni siquiera sabía cómo enfocarlo, me dediqué a hacer una especia de guión sacado de mis mejores intervenciones en Planeta. Pero nada, fue infructuoso. El tío se ralló, decía que yo no era lo que se esperaba (ojo , que puede ser eh) y yo le dije que primero tenía que tenerlo claro él. Hasta
la fotógrafa le dijo que había que darle otra vuelta, porque además aquello no era barato y que alguien te escuche hablar de venderle algo por teléfono, tiene un NO de primeras, y más, si no se sabe ni qué es.

El caso es que me pegué todo un día llamando a señoritas de compañía, sin cobrar, porque aún no me había dado de alta y lo peor de todo, teniendo que ir a Sevilla Este.






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